Sentirse cansado de vez en cuando es algo normal. Sin embargo, cuando la sensación de agotamiento se vuelve constante o aparece sin causa aparente, puede ser una señal de que algo en el cuerpo o en el estilo de vida necesita atención.
La fatiga no solo depende del descanso o la alimentación: también intervienen factores físicos, mentales y emocionales que, al combinarse, reducen la energía y afectan el rendimiento diario.
En este artículo exploramos qué circunstancias favorecen la fatiga, los distintos tipos que existen y cómo identificar cuándo es preocupante.
Conoce qué factores aumentan la fatiga
La fatiga es multifactorial, lo que significa que puede deberse a más de una causa al mismo tiempo. Conviene conocer el origen de la fatiga para poder atajarla de manera efectiva. Estos son algunos de los factores más comunes que la favorecen:
1. Estrés crónico
El estrés es una de las principales causas de agotamiento físico y mental. Cuando el cuerpo se mantiene en estado de alerta constante, libera una hormona llamada cortisol de forma prolongada. Esto altera el sueño, la digestión y el equilibrio hormonal, generando sensación de cansancio incluso después de dormir.

En algunos casos, los picos de estrés nocturnos pueden llegar a despertarnos, afectando gravemente nuestro descanso.
2. Falta de sueño reparador
Dormir poco o mal reduce la capacidad del cuerpo para recuperarse. No solo afecta la energía física, sino también la memoria, la concentración y el estado de ánimo. El sueño interrumpido, el insomnio o los horarios irregulares pueden hacer que el descanso no cumpla su función reparadora.
3. Alimentación inadecuada
Un déficit de nutrientes esenciales —como hierro, magnesio, vitamina B12 o ácidos grasos esenciales— limita la producción de energía celular. También el consumo excesivo de azúcar o cafeína puede generar picos y caídas energéticas a lo largo del día.
4. Sedentarismo
La inactividad física reduce la capacidad cardiovascular y muscular, lo que aumenta la sensación de pesadez y falta de energía. Moverse de forma regular activa la circulación, mejora el metabolismo y estimula las endorfinas.
5. Causas emocionales
La ansiedad, la tristeza o la sobrecarga mental también agotan. Las emociones intensas mantenidas en el tiempo generan fatiga psíquica, que puede confundirse con cansancio físico.
6. Desequilibrios hormonales
Cambios en las hormonas tiroideas, suprarrenales o sexuales pueden afectar los niveles de energía. Esta es una causa frecuente en personas mayores de 40 años o en etapas de estrés prolongado.
De acuerdo con una revisión clínica publicada en el Journal of Internal Medicine, la fatiga persistente está relacionada con disfunciones inmunológicas y metabólicas que alteran la capacidad del cuerpo para generar energía, lo que explica por qué algunas personas la experimentan de manera prolongada tras procesos infecciosos o estrés extremo.

Si sospechas que tu cansancio no se debe solo al ritmo de vida, te recomendamos leer nuestra guía sobre qué tomar si tienes fatiga, donde explicamos los suplementos y adaptógenos más efectivos para recuperar la vitalidad.
Cuáles son los 3 tipos de fatiga
No toda la fatiga es igual. Según su origen, se clasifica en tres tipos principales: física, mental y emocional. Cada una tiene causas y manifestaciones diferentes y por lo tanto podemos tratar de eliminarla de distinta forma.
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Tipo de fatiga |
Causas principales |
Síntomas comunes |
Cómo abordarla |
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Física |
Esfuerzo excesivo, falta de sueño, deficiencias nutricionales |
Debilidad muscular, lentitud, necesidad de dormir más |
Descanso activo, nutrición adecuada, ejercicio moderado |
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Mental |
Estrés, exceso de información, trabajo cognitivo intenso |
Dificultad para concentrarse, olvido, irritabilidad |
Pausas, meditación, suplementos para concentración como melena de león |
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Emocional |
Sobrecarga afectiva, ansiedad, conflictos personales |
Sensación de vacío, desmotivación, llanto fácil |
Terapia, autocuidado, adaptógenos como reishi o ashwagandha |
Estos 3 tipos de fatiga pueden coexistir, y muchas veces la fatiga general se debe a la suma de varios factores.
Diferencia entre fatiga ocasional o crónica
La fatiga ocasional aparece tras un esfuerzo puntual: una semana intensa, un cambio de horario o una situación estresante. Se resuelve con descanso y buenos hábitos. En cambio, la fatiga crónica dura más de seis meses y no mejora con el sueño. Puede estar relacionada con desequilibrios hormonales, déficit nutricionales o enfermedades autoinmunes.
Identificar esta diferencia es clave para actuar a tiempo. Si el cansancio interfiere en tu vida diaria o se acompaña de otros síntomas (mareos, fiebre, pérdida de peso), es recomendable buscar asesoramiento profesional.

Cuándo es preocupante esta falta de energía
Sentirse sin energía algunos días es normal, pero si el cansancio se vuelve constante, el cuerpo está pidiendo atención. Estas son señales de alerta:
Dificultad para concentrarse o mantener la motivación.
Cambios en el apetito o el peso sin motivo aparente.
Cansancio incluso después del fin de semana o de vacaciones.
Caída del cabello, piel seca o palidez.
Cuando la fatiga se prolonga, puede ser síntoma de un problema más profundo. Algunas causas médicas frecuentes incluyen:
Hipotiroidismo
Deficiencia de hierro o vitamina B12
Resistencia a la insulina
Depresión o ansiedad
Infecciones virales persistentes
En estos casos, lo ideal es realizar un chequeo general. Paralelamente, mantener hábitos saludables —alimentación rica en micronutrientes, hidratación, movimiento y descanso regular— puede marcar la diferencia.
Además, incluir adaptógenos naturales como la melena de león o el reishi puede apoyar el equilibrio del sistema nervioso y la energía. En nuestra guía sobre cuándo hace efecto el reishi, explicamos cómo su acción gradual ayuda a mejorar el descanso y la recuperación.
Es importante recordar que la fatiga es un síntoma, no una enfermedad en sí misma. Escuchar al cuerpo, revisar los hábitos y mantener una buena higiene del sueño son las primeras medidas para prevenirla.
La importancia del descanso activo
No todo el descanso significa dormir. Actividades como caminar, practicar yoga o pasar tiempo en la naturaleza reducen el cortisol y ayudan a restaurar la energía mental. Incluso breves pausas durante la jornada laboral pueden evitar el agotamiento acumulado.

El cerebro necesita alternar entre períodos de enfoque y recuperación. Por eso, los descansos regulares no son un lujo, sino una necesidad fisiológica.
Cómo prevenir la fatiga a largo plazo
Mantén horarios regulares de sueño. Acuéstate y levántate a la misma hora.
Evita el exceso de estimulantes. La cafeína o el azúcar ofrecen energía rápida, pero su efecto rebote genera más cansancio.
Muévete todos los días. Aunque sea una caminata corta, el cuerpo necesita actividad.
Súmate a una alimentación equilibrada. Incluye frutas, verduras, legumbres y proteínas de calidad.
Refuerza con adaptógenos. Hongos como la melena de león y el reishi ayudan a mejorar la respuesta al estrés y recuperar la vitalidad.
Conclusión
Las circunstancias que favorecen la fatiga son múltiples, pero casi todas están relacionadas con el ritmo acelerado de vida y la falta de recuperación real. El cuerpo y la mente necesitan tiempo, nutrientes y equilibrio para funcionar correctamente.
La fatiga no es solo falta de sueño: es un aviso del cuerpo para que te escuches. Con pequeños ajustes en tus rutinas, descanso consciente y apoyo natural, es posible volver a sentirte con vitalidad y claridad mental cada día.